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Jenniffer González exige en Washington la estadidad para la Isla

WASHINGTON, D.C. (CyberNews) – La comisionada residente, Jenniffer González Colón, hizo un llamado el miércoles, a sus colegas congresistas a respetar la voluntad del pueblo de Puerto Rico, que se ha expresado abrumadoramente a favor de la Estadidad para la isla, dando paso al Acta de Admisión que presentó la semana pasada.

González Colón exhortó a sus compañeros a que se sigan uniendo como coautores de la medida, a la vez que explicaba la relación desigual de Puerto Rico con los Estados Unidos y la falta de poderes propios evidenciados con la aprobación de la Ley PROMESA en 2016, limitando severamente los poderes del gobierno de la isla debidamente elegido.

Mensaje de la Comisionada Residente en el Hemiciclo de la Cámara:

“El 27 de junio, casi 40 miembros de esta Cámara me acompañaron en la presentación del HR 6246, el Acta de Admisión de Puerto Rico de 2018. Esa cantidad ha crecido a casi 50. Este proyecto de ley, verdaderamente bipartidista, establece un proceso de transición que resultaría en la admisión formal de Puerto Rico como Estado de la Unión, en igualdad y en verdadera unión permanente con los demás Estados, a más tardar el 1 de enero de 2021.

H.R. 6246 constituiría la respuesta del Congreso a los ciudadanos estadounidenses de Puerto Rico, que dos veces en los últimos seis años han expresado su voluntad política abrumadoramente -en un margen de 97% y un 61%- de unirse a sus conciudadanos estadounidenses como iguales en la Nación Estadounidense.

Después de 120 años bajo la bandera de los Estados Unidos, y 101 años como ciudadanos estadounidenses, los puertorriqueños siguen privados de sus derechos y estancados en un estado de segunda clase que les niega los mismos derechos y responsabilidades que sus conciudadanos en los estados.

Los puertorriqueños no disfrutan de una forma democrática de gobierno a nivel nacional, ya que no pueden votar por el Presidente y el Vicepresidente de los Estados Unidos y no tienen una representación con derecho a voto en el Congreso de los Estados Unidos que todos los días aprueban leyes que afectan su futuro. También carecen de una forma democrática de gobierno a nivel local, debido a que el Congreso aprobó la Ley PROMESA en 2016, limitando severamente los poderes del gobierno de la isla debidamente elegido.

La falta de participación plena en el gobierno federal que promulga las leyes y reglas bajo las cuales viven los puertorriqueños, combinado con el poder absoluto del Congreso de los Estados Unidos en virtud del Artículo IV, Sección 3.2 de la Constitución, tratándonos de manera desigual, según esas leyes, ha demostrado ser una limitación fundamental para el pleno aprovechamiento de su potencial como pueblo. La combinación de estas desigualdades, que fueron desenmascaradas y exacerbadas aún más por los huracanes históricos del año pasado, ha llevado a políticas federales incoherentes y arbitrarias que han limitado las oportunidades de la isla para maximizar su potencial económico.

Estoy segura de que ninguno de mis colegas en este Congreso aceptaría un estatus territorial como el de Puerto Rico para sus propios constituyentes. Espero entonces que reconozcan y respeten que los ciudadanos estadounidenses en Puerto Rico ya no estén dispuestos a aceptarlo. También confío en que mis colegas le darán crédito al pueblo de Puerto Rico por aspirar a tener una ciudadanía de primera clase y la igualdad que se les ha sido negadas durante más de un siglo, con los mismos derechos y responsabilidades que sus conciudadanos en los Estados Unidos. Es posible que mis constituyentes no tengan un voto en el gobierno que crea sus leyes nacionales, pero tienen voz, e hicieron que esa voz se escuchara fuerte y clara no una, sino dos veces.

Cada miembro que apoye HR 6246 enviará un mensaje claro de que está defendiendo a un principio poderoso: el pueblo de Puerto Rico son ciudadanos estadounidenses que, en guerra y en paz, han hecho innumerables contribuciones y han enriquecido enormemente la vida de esta nación por generaciones. Cerca de 300,000 de mis constituyentes han servido en nuestras fuerzas armadas y han luchado valientemente en todos los conflictos desde la Gran Guerra, a lado de sus conciudadanos de los estados, defendiendo nuestros valores democráticos en todo el mundo. Sin embargo, se les niega el derecho a votar por su Comandante en Jefe.

Una cantidad desproporcionadamente grande de ellos ha hecho el último sacrificio en la batalla. Y cuando lo hacen, sus ataúdes vuelven a este país, envueltos en una bandera estadounidense que contiene 50 estrellas, pero ninguna estrella que los represente. Mientras, aquellos que tienen la fortuna de regresar a la isla y unirse a las líneas de más de 100,000 veteranos que viven en Puerto Rico, encuentran un sistema que los discrimina y los trata como ciudadanos de segunda clase.

Habiendo dicho esto, se necesita un tipo especial de patriotismo para luchar por una nación que aman, pero que no los trata igual. Una nación que es un pilar de la democracia y la autodeterminación en todo el mundo, sin embargo, ignora y niega esos mismos principios a sus propios 3.4 millones de ciudadanos en Puerto Rico. Siendo una nación fundada sobre los principios de la democracia y el consentimiento de sus constituyentes, ¿cuánto tiempo más puede Estados Unidos sancionar una condición en la que millones de sus propios ciudadanos no tienen un voto en el gobierno que elabora las leyes nacionales que afectan sus vidas cotidianas?

Además, debido a estas inequidades, en los últimos diez años, más de 400,000 residentes de la isla se han trasladado a los estados en busca de mejores oportunidades económicas para ellos y sus familias. Este número ni siquiera incluye el éxodo masivo de miles de puertorriqueños a Estados Unidos después de los huracanes Irma y María el año pasado. Como ciudadanos estadounidenses, una vez que se encuentran en los estados tienen derecho a l voto e igualdades bajo los derechos legales que se les negaron en Puerto Rico. Como cualquier estadounidense con conciencia podría apoyar esta situación vergonzosa hoy día es más que incomprensible.

Señor Presidente, la Estadidad no solo beneficia a Puerto Rico, sino que también es de interés nacional. La Estadidad fortalecerá a Puerto Rico y hará de los Estados Unidos una unión más perfecta. Nunca un territorio de Estados Unidos, tuvo que esperar tanto tiempo como Puerto Rico antes de que se le otorgara la independencia o se le admitiera como Estado.

Los puertorriqueños han votado dos veces para convertirse en un miembro pleno e igualitario de la familia estadounidense. Se han ganado el derecho de ser ciudadanos de primera clase y nosotros en el Congreso debemos actuar rápidamente para implementar su aspiración expresada democráticamente. Ha llegado el momento para que el Congreso cumpla con su responsabilidad histórica hacia 3.4 millones de sus propios ciudadanos. Insto el apoyo de mis colegas a esta legislación y su pronta consideración”.

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